La primera imagen que
nos viene a la cabeza cuando se menciona el nombre de Dolly Parton es la de una
mujer casi asfixiada por la pedrería de unos atuendos de un Far-West delirante, melena oxigenada y
pechos que parecen tener residencia propia, lejos del cuerpo del que una vez
formaron parte.
Pero también es una de
las más grandes letristas de música country
y, posiblemente, casi la única cantante a la que se le entienden todas y cada
una de las palabras que canta. Esto es algo de lo que casi nadie puede
vanagloriarse. Sus canciones, una vez hemos pasado la barrera invisible que
supone el aspecto –para nosotros, hortera– del mundo de la música country, son a la cultura norteamericana
lo que para nosotros es la copla, para Portugal el fado y para cualquier otra
cultura las canciones de amor no correspondido, de miseria y de personajes
sometidos a los vaivenes de sus incontrolables apetitos y, por qué no, del
Destino. Dolly (yo lo quiero traducir por Muñequita) Parton es una excelente
poeta y me sorprende que no haya una antología publicada en edición bilingüe;
pero creo que, en este caso, nos enfrentamos a los prejuicios de una cultura que pese a sus cacareados
aperturismo y multiculturalidad, en muchos campos, se obliga, al menos
públicamente, a rechazar y obviar la creación de determinados artistas
juzgando más su procedencia que su valía. Obviamente, Dolly Parton tiene todos
los ingredientes necesarios para ser una diva: personalidad propia, imitable,
infancia miserable y vida traumática (drogas, operaciones, enfermedades…), en
fin, todo aquello que hace que, cualquiera pueda esgrimir –cual micrófono– un cepillo para el
cabello y arrancarse por una de sus baladas o canciones más
animadas y perpetrar un play-back
frente al espejo cualquier sábado de limpieza doméstica*.
La Parton es
consciente en todo momento de su aspecto y lo deja bien claro en el parlamento
que tiene tras interpretar Mountain Angel
(una de las canciones más tristes que conozco) en su directo Alive and Well, en que deja bien claro
que necesita el dinero de las entradas cuando, refieriéndose a sí misma,
pregunta al público: ¿sabéis cuánto cuesta hacer a alguien parecer tan vulgar?
(*) Para aquellos en
busca de innuendo gay/bear les recomiendo
Joshua.
Y no olvides que es la única artista que tiene un parque temático. Me ha encantado el momento play-back mañanero, yo lo hago con el palo de la fregona ;-)
ResponderEliminarBsote.
Dollywood!!! Por cierto creo que es ahí donde canta una versión de "Jolene" con la ínclita Miley Cirus (ver youtube).
EliminarSoy el dueño de la editorial valenciana KAREGOLS...me ha encantado tu artículo: sabes lo que te quiero decir?...pues en resumidas cuentas: queda a tu disposición mi editora para que publiques los versos de esta señorita tan buena poetisa que dices que es. Será un placer. Renovarse o morir. En valenciano o catalán también podría imprimirse...somos valencianos pero tomamos Vichy Catalán.
ResponderEliminarY en Braille.
EliminarGracias por la oferta tan tentadora.
Un cordial saludo