domingo, 20 de octubre de 2013

Clonación

Llegar a parecerse a la imagen ideal que uno tiene de sí mismo puede ser complicado, caro o, incluso, peligroso.

No hay nada de malo en operarse con el fin de planchar, temporalmente, las arrugas. Newton explicaba estupendamente el proceso por el cual las cosas se acercan (tienden, caen, …) al suelo. También la piel humana. Introducirse implantes, cercenar músculos, despegar y fundir grasa con métodos que parecen propios de talabarteros, introducir balones en el estómago o extirpar partes de este porque uno no es capaz de controlar la ingesta de alimentos, grapar, coser, etc. Todo ello me parecen excelentes caminos para estar más a gusto con uno mismo; para llegar a ser ese ser humano soñado. Los resultados de lo mencionado (obviando la magia del vestuario y el maquillaje) son excepcionales. Ahora bien, la línea que separa el sueño –alcanzado del cuerpo imaginado– de la realidad de verse el cuerpo sometido a los estragos de un no saber parar es, sí, muy delgada.
A las mujeres parece exigírseles, socialmente, que se sometan a este tipo de tratamientos en mayor proporción que a los hombres (algunos son, sin excepción, dignos sustitutos de sus propias estatuas de cera) y, es por esto por lo que Tinas, Natis, Litas, Titas –todas ellas con esa cara de sorpresa permanente– gozan de unos bruñidos pómulos de efebo poliédrico; melenas que comienzan allá donde la frente ha perdido su nombre; cuellos que parecen manojos de tendones y manos sarmentosas e inoperables y, todo ello, cubierto de flores de cementerio a duras penas ocultadas por el maquillaje y los tratamientos láser.

Y yo me pregunto, cuando la cirugía estética permite que cada quien se parezca a la imagen ideal de sí mismo, ¿por qué se acaban pareciendo, cada vez más, unas a otras?

3 comentarios:

  1. jajaja buena pregunta. Lo mismo le pasaba a Michael y a su hermana Latoya, su parecido no era producto de la fraternidad, era del bisturí.
    Bsote

    ResponderEliminar